5.05.2008

MERCADO DE OTAVALO




A la mañana siguiente después de volver de Riobamba y tras pasar noche en Quito de nuevo el hostal La Cartuja , salimos hacia el norte por la carretera panamericana atravesando tierras con paisajes áridos del volcán Pichincha, en dirección al famoso mercado de Otavalo, uno de los más importantes y pintorescos de Latinoamérica y situado en la provincia de Imbabura frontera con Pichincha.
Alquilamos un taxi para todo el día y salimos bastante temprano. Ya por el camino tuvimos ocasión de contemplar las fumatas blancas que soltaba el esplendoroso volcán Pichincha.
Cuando llegamos a Otavalo el mercado estaba en plena ebullición, así que nos despedimos del taxista y quedamos en vernos tres horas más tarde.
En este mercado lo primero que llama la atención es ver a los Otavalenses con su look típico, los hombres con sus largas y negrísimas trenzas, ponchos azules o negros y pantalones blancos, sombreros negros de fieltro y sandalias de cuerda. Las mujeres con sus collares dorados de vidrio, sus blusas de algodón bordado, faldas negras y chales azules, rematado todo este porte por un pelo recogido por cintas de colores.
Los orígenes del mercado de Otavalo se remontan a los tiempos preincas, cuando los hombres transportaban en mulas los productos de la selva de las tierras bajas orientales para intercambiar por otros productos de tierras montañosas.
Todos los sábados como hace cientos de años, la plaza del Poncho empieza sus movimientos antes de amanecer, y a las 9 el bullicio es enorme.
Esta región de Ecuador es de gran riqueza cultural debido a que la población procede de diferentes grupos indígenas que han mantenido costumbres ancestrales como su lengua el quichua (lengua de la gente) o su llamativa vestimenta.
A nosotros lo que más nos llamó la atención fue el colorido del mercado, un estallido de colores y aromas. Nos adentramos en el mercado por una calle lateral, donde se vendían adornos y ropa, como ponchos de colores, mantas de lana, jerséis hechos a mano, tapices de variados dibujos entre ellos los geométricos o andinos, blusas bordadas, bufandas, cintas de pelo, sandalias, artesanías de cuero piel y madera con origen Cotacachi.
También se veían numerosos adornos realizados con gruesas cañas de bambú, como una especie de sonajeros con cañas bellísimamente pintadas y con arroz o arena dentro, que sonaban al girarlos.

Un poco más allá entrábamos en una de las plazas principales del pueblo donde predominaban los alimentos, con mujeres sentadas al lado de sus cestas llenas de grano (maíz, trigo), otras al lado de sus cestas de frutas. La variedad de aromas y colores junto a la grandiosidad del mercado, hacía más intensa la sensación de trastear por él.
Curiosamente en Otavalo apenas vimos extranjeros, como en otros lados de Ecuador.
Entre otras compras Pablo y Miguel se hicieron con un par de pipas de fumar de mediano tamaño y con un recipiente para el tabaco a modo de busto, también compramos unas de las preciosas y coloristas cañas de bambú y unos portasandalos del mismo material. Por último adquirimos unos pañuelos de seda, dos telas muy vistosas de gran tamaño y tres cuadros de pintura de motivos andinos.
A un kilómetro de allí se encuentra la plaza dedicada a la venta de animales donde los campesinos regatean por los precios de los mismos.
Después de bastante trasiego tuvimos tiempo para comer en el mismo mercado, había toda clase de garitos con toda clase de comida autóctona, puestos callejeros y algún restaurante un poquito más sofisticado. Nosotros comimos en un garito “del pueblo”.

Miguel y Pablo no pararon de comprase pequeños objetos como unas navajitas tipo llavero. Llegando ya al final del viaje les dejamos que se hicieran unos pequeños regalos, la verdad es que eran todo unos maestros en el regate a estas alturas. Hugo también disfrutó bastante, ya que al hacer dormido el viaje hasta el mercado de Otavalo no paró en este de moverse y de tirar de cada tela que colgaba de algún tenderete.

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